"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

viernes, 31 de octubre de 2014

Atención, el Cuerpo responde


A lo largo de mi experiencia profesional, tanto como terapeuta Gestalt como terapeuta corporal, el cuerpo aparece como la herramienta, como la verdad última e incontestable, como la referencia más clara a la hora de atender a lo que me pasa.

Todos los procesos emocionales pasan a través del cuerpo. Las emociones se sienten, se viven. Si quiero saber cómo me siento, no tengo más que lanzar una sonda hacia mi interior y esperar a conocer la respuesta, sentirla. A veces puede haber dudas, pero estas tienen que ver con no querer asumir mi emoción. Como todas las dudas, se trata de una resistencia a la responsabilidad.

El cuerpo está. El cuerpo está ahí, aquí y ahora. Vive en absoluto presente, las 24 horas del día, no existe otra posibilidad: no puede proyectarse al futuro ni quedarse enganchado al pasado. Lo que sea que le sucede, le sucede ahora. Por eso es que el cuerpo es el ancla perfecta para vivir en el presente. Si lo tomo como referencia, el asunto aparece inexcusablemente. Otra cosa es que yo lo quiera tomar, que esté dispuesto a hacerme responsable de lo que me pasa.

Un ejemplo que a mí me lo deja muy claro es la relación con la enfermedad. El síntoma, para ser síntoma y aparecer como tal, ha recorrido un larguísimo camino, desde su origen mental o emocional (o incluso espiritual, si nos ponemos) hasta su expresión física. Cuando llega al cuerpo, el síntoma aparece ya como algo inevitable. Puedo enfadarme y pelearme con él. Puedo obviarlo y olvidarme que existe. Puedo agrandarlo, ponerle una lupa que lo magnifique al extremo. Todo son maneras de evitar darme cuenta de que algo está pasando, me está pasando. Lo que sea por no verlo. Y sin embargo está ahí, mostrando claramente lo que hay, a quien quiera ponerle atención.


En este aspecto, Adriana Schnake escribió un estupendo libro, Enfermedad, síntoma y carácter (Ed. Del Nuevo Extremo, 2007), en el que nos enseña la posibilidad de ponernos de cara a la enfermedad, a sentarla en el sillón y establecer un diálogo con ella, con sus síntomas (su manera de hablar), y tener la oportunidad de escuchar. ¿Para qué estoy enfermo? ¿Qué cosa me está ocurriendo que aparece en forma de síntoma? ¿Cuál es mi necesidad, detrás de esta enfermedad? Otro libro que revolucionó mi forma de ver las enfermedades es Obedece a tu cuerpo, ¡ámate! (Ed. Sirio, 2008), de Lise Bourbeau, en el que ver el significado emocional y metafísico detrás de los procesos físicos. Pero el asunto enfermedad se merece un artículo por sí mismo.

Claro, muchos dicen: "escucha tu cuerpo" y, efectivamente, éste es el asunto. Pero, ¿cómo se escucha al cuerpo? ¿cómo se aprende su idioma, sus signos? Entiendo que cada uno puede tener su manera. Para mí, el secreto está en parar. Parar, así de sencillo. Parar, en todos los aspectos. Parar el hacer, parar el discurso, la rueda mental, la trituradora. Parar la excusa, el mecanismo, lo automático. En el parar, encuentro que ya tengo una actitud de escucha, algo que se me antoja indispensable si uno quiere escuchar. Para escuchar, para escucharte, lo primero es estar dispuesto a escuchar, y esto significa aceptar el riesgo de que lo que me digas, igual no me gusta. Pero yo escucho. Estoy atento a lo que me quieres decir.

Como persona de teatro, he tenido la enorme suerte de poder asistir a un entrenamiento corporal al que no todos estamos expuestos en este mundo nuestro. Esa es otra de las grandes herramientas si quiero volver al cuerpo. El actor tiene en el cuerpo una de sus herramientas indispensables, al punto de que un gesto, un movimiento, una manera de respirar, lo pone en contacto inmediato con la emoción de su personaje, y la transmisión de esto al público. Para que esto sea posible, el actor ha de afinar al máximo su técnica expresiva y su escucha corporal, y la historia del teatro ha desarrollado una inmensa gama de ejercicios en que uno se pueda entrenar en la relación con su cuerpo.

Esto es algo fantástico, ¿no? Descubrir que esto se puede entrenar, que puedo practicar mi relación con mi cuerpo y mi escucha. No sólo a través del teatro. También aparecen el yoga, el tai-chi, el baile, la danza, el movimiento libre y espontáneo, todas las técnicas de expresión corporal, la bioenergética, la meditación, los masajes, la respiración.... Todas están bien, siempre que uno esté dispuesto a escuchar (a veces ni eso, la respuesta del cuerpo es tan clara, tan obvia, que a uno no le queda más remedio que atenderla). Y esto es lo mejor de todo: el cuerpo responde.


Hemos invertido mucho tiempo y mucho esfuerzo en llegar a ser como somos. También, a nivel inconsciente. Al tiempo que llegamos a este mundo, comenzamos a modelar nuestro cuerpo a la par que nuestro carácter. Reich, Lowen, Naranjo, Albert... todos estos maestros nos ayudan a aclarar la relación del cuerpo con el carácter. Nuestro cuerpo se va modelando con los envites de la vida, con lo agradable, y también con lo desagradable. A medida que vamos creciendo, se va conformando nuestra coraza, la famosa coraza muscular. Dispuesta a sostener nuestra locura, se vuelve rígida para que nada se mueva, de modo que van apareciendo bloqueos en diferentes partes del cuerpo, estancando la energía y el correcto flujo energético entre nuestros centros (mental, emocional, motor). Los bloqueos aparecen en un momento de nuestra vida y, en este sentido, tienen que ver con nuestro pasado, Sin embargo, lo que los mantiene activos es nuestra actualización en el presente, el entender que, de alguna manera (aunque sea neurótica), estar bloqueado todavía me sirve para algo, aquí y ahora. En el fondo, las técnicas que antes mencioné tienen que ver con la liberación de estos bloqueos.

El bloqueo esconde una herida y es por eso que es tan difícil tocarlo. Cuando lo toco, aparece la posibilidad de ver mi herida, y esto duele. Y como duele, me aparto y me vuelvo a bloquear. Con entrenamiento (físico, terapéutico), puedo empezar a sostener un poco más este contacto doloroso. Esto ya es escuchar. Sostener el dolor es cuidar la herida, comenzar a repararla.

Como decía Rumi,

la herida es el lugar por donde entra la luz


Esto es, para mí, escuchar al cuerpo.