"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

domingo, 5 de mayo de 2019

Elogio a la Envidia



Me gustaría sincerarme: escribo este artículo desde un profundo cabreo. Llevo 19 años trabajando en el mundo del teatro, y desde 2013 aunando el teatro y las herramientas gestálticas, creando constantemente un cuerpo de trabajo articulado en torno al nombre Teatro Emocional, con el interés de que el teatro gestáltico pueda acercar a lxs diversxs participantes de mis talleres al beneficio que yo he vivido gracias a estas mismas técnicas.

Soy consciente de que la idea de mi trabajo no es, ni mucho menos, original. Otrxs muchxs antes que yo, y con mucho más talento, han desarrollado esta magnífica herramienta que es el teatro para ponerla a disposición del crecimiento personal. Afortunadamente, yo he podido vivir de primera mano el trabajo de algunos de ellos: Ramón Resino, el Estudio Corazza, Néstor Muzo, Etelvino Vázquez y un larguísimo etcétera. De ellos he aprendido y a ellos tributo conscientemente mi trabajo.

Ocurre, sin embargo, que desde los primeros momentos de esta parte de mi carrera han aparecido una serie de personajes que se dedican a copiar (o intentar copiar) sin ningún pudor mi trabajo, aprovechándose de un esfuerzo que les es completamente ajeno. En este sentido, he vivido desde personas que copian directamente las temáticas de los talleres que ofrezco (especialmente los talleres de En-Movimiento con mi amiga y compañera Inma G. Rodicio, donde nos fusilaron incluso hasta los carteles), otras que copian simplemente los títulos (literalmente), otras que realizan propuestas similares (por no decir idénticas) a los pocos días de sacar las mías a la luz, otras que aparecen ofreciendo trabajos similares donde quiera que yo voy, y hasta he vivido el caso de quien ha intentado apropiarse del propio nombre de Teatro Emocional.


Ante todos estos casos, he reaccionado de diferentes maneras: me he enfadado, he bloqueado el acceso de estas personas a mis cuentas (en lo posible), lo he denunciado ante los responsables de las escuelas donde estas personas se han formado, e incluso me lo he tomado con calma y a veces hasta con humor, entendiendo estos actos de latrocinio como un homenaje que sale desde su más absoluta precariedad creativa.

Sin embargo, un acontecimiento reciente me ha hecho desbordar el vaso de la paciencia y por ello he decidido escribir este artículo. Una manera de desahogarme y, al mismo tiempo, de realizar un aviso a navegantes. No porque crea que las personas que me están intentando copiar o aprovecharse de mi trabajo vayan, ni mucho menos, a replantearse su actitud; sino para que aquellas personas que están interesadas en mi trabajo, sepan al menos, cuál es el original, y cuál la copia. Después, que cada cual decida, según su interés.

El caso que me ha hecho plantearme este artículo tiene que ver con el trabajo que he creado en exclusiva para el proyecto La isla interior, un fin de semana dedicado a la introspección y al crecimiento personal en un enclave tan privilegiado como es la isla de San Simón, en la ría de Pontevedra. Para esta ocasión, como muchxs de lxs que me seguís ya sabéis, he creado especialmente un trabajo llamado, Mi personaje interior, un taller del que ya os hablaré con más calma en otra ocasión, pero que principalmente busca llegar al contacto con la esencia creativa del participante. Un trabajo, repito, creado en exclusiva para este proyecto y del que una persona intenta aprovecharse creando un taller dedicado a los "personajes interiores", días después de sacar a la luz este proyecto... qué coincidencias.

Obviamente, además de la competencia desleal y el intento de aprovecharse del esfuerzo ajeno, lo que a mí más me molesta es que estas personas no tengan ni siquiera la decencia de venir a mis talleres y saber de qué va el asunto. Ni siquiera tienen la humildad de citar a las fuentes de las cuales se "inspiran". ¿Qué se puede esperar, de un trabajo que nace de la mentira y la envidia?

Sí, digo bien, este movimiento nace sin duda de la envidia, una de las pasiones caracteriales que Claudio Naranjo desarrolla en su trabajo sobre el Eneagrama, y que tan tristemente abunda en la
sociedad española.

La envidia no es, como yo mismo creía hasta hace unos años, el ansia o deseo de tener lo que el otro posee. Va mucho más allá. La envidia, como Naranjo la desarrolla a través de su trabajo con Óscar Ichazo, es una fijación en la propia precariedad. Es una creencia de que lo propio, lo que yo tengo para ofrecer al mundo, es tan poca cosa, vale tan poco, que necesariamente tengo que mirar afuera por el dolor que este contacto me causa, y allí, en el mundo externo, veo a los demás con una riqueza que yo deseo para mí, repito, porque creo que no la tengo. La envidia es vivir en la carencia, sin darse cuenta de que dentro de ti ya existe abundancia.

Por eso, se dice que la envidia en realidad, es un elogio. Que el envidioso sólo envidia aquello que realmente más valora (y que no se permite), realizando un homenaje distorsionado hacia el envidiado. Lástima que, en muchos casos, este tipo de envidia lleve asociada, además, una cualidad destructiva, no contentándose la persona envidiosa con desear poseer aquello que cree que no tiene, sino que acaba intentando pisar a aquel que envidia (o desea, en caso del odio), probablemente para huir de su propia carencia.

Todxs tenemos dentro un estado carencial. Se dice que la patología de la envidia como distorsión del alma nace en una edad temprana, cuando el bebé no ve satisfechas sus necesidades básicas de atención y cuidado. Algunas fuentes (i.e. Melanie Klein) utilizan la metáfora de un bebé que bebe de una "teta amarga", cuya leche no alimenta y deja con hambre, para explicar la fijación de este carácter. Ahí nace el ansia de llenar un vacío que ninguna leche puede llenar, salvo la propia. Todxs hemos pasado por ese momento, es imposible, para un padre o una madre, atender todas y cada una de las necesidades de su bebé. Todxs sabemos lo que es creer "que no tienes", que lo tuyo no basta. Todxs hemos tocado, en algún momento, con nuestra propia precariedad. Todxs hemos sentido envidia en algún momento. En esos momentos, si tenemos cuidado, podemos observar nuestro estado carencial y preguntarnos: ¿me llenaré realmente teniendo lo que el otro tiene? ¿para sentir satisfechx mi ansia,
he de coger necesariamente del otrx aquello que yo deseo? ¿o existe otra solución para mí?

Recuerdo que una de mis maestras, Valle García, decía con respecto a la herida del carácter envidioso que ésta no es en realidad una herida de precariedad, sino una herida de empacho. Tanto me quedo fijadx en la idea de que no tengo, que consumo sin reparo aquello que deseo con la idea de que así llenaré mi vacío, con la consecuencia de empacharme de banalidades, ya que no surgen de una necesidad real y así, paradójicamente, el vacío de la envidia permanece siempre vacío. Lo único que lo puede llenar es lo propio, lo que nace de ti, y el dar valor real a lo que tienes.

Una de las características de este carácter es la necesidad compulsiva de "ser especial". La idea subyacente es que, como creo ser tan poca cosa, necesito ser especial para que el otrx me vea y así llenar este vacío que, como todos los vacíos, es un vacío de amor (el anhelo de la "teta buena"). El carácter envidioso ha convertido su sed de amor en carencia, y desde esa carencia se legitima para demandar al mundo una mirada reparadora. Es el carácter victimista por excelencia. No en vano la fijación en la envidia se sitúa, en el mapa del eneagrama, entre la vanidad (yo no valgo como soy, así que fabrico una personalidad ficticia a tu gusto, para sentir que soy) y la avaricia (no tengo nada para dar, así que ni me pidas), creando una imagen de falsa debilidad, basada en su ser carente, para que sea el mundo exterior el que se movilice y le dé lo que necesita.

Claro que así no se llenará jamás el vacío del que tanto huye. Como he dicho antes, el vacío es un vacío de amor, y si ahora mismo ya no se puede reparar el origen del mismo (la falta de mirada amorosa en la más tierna infancia), sí se puede reparar desde la propia mirada amorosa hacia unx mismx, pudiendo darte cuenta, así, de que en tu interior posees ya todas las cualidades que necesitas, de que no es pues, necesario robárselas a los demás. Si hay una cualidad destructiva en la envidia, también hay una cualidad constructiva. Como todo, nada es en esencia bueno ni malo, sólo lo será si yo lo utilizo así. La parte positiva de la envidia es, precisamente, llamar la atención sobre lo que falta. Su fino olfato para la carencia, puede dar cuenta de qué hace falta en unx mismx: una actitud, una herramienta, una formación... posibilitando así el "darme cuenta" y, por tanto, "llenar el vacío". Lo mismo sucede en lo social, el carácter envidioso es un gran movilizador de masas, llamando la atención sobre situaciones injustas y desigualdades, señalando, de nuevo "lo que falta" por desarrollar para mejorar la situación.

Por lo tanto, la cuestión para la envidia no es continuar mirando fuera de sí, deseando y anhelando lo que cree que no tiene, dándose permiso o no para robarlo y pisar al otro, sino cambiar el foco y mirarse a sí mismx, observando los huecos, pero también los espacios llenos, y dándose permiso, por fin, para reconocer su propia abundancia. Desarrollar las herramientas necesarias para llenar lo que no hay y desarrollar la mirada amorosa que dé valor a lo que sí hay. De ahí nacerán los deseos genuinos y las propuestas auténticas y honestas.



Así que, y estas palabras van dedicadas a ti, que sé que me investigas buscando "inspiración": te invito a venir a mis talleres y, al menos, "inspirarte" con el trabajo real y te pido que, al menos, ya que vas a copiar, al menos cites las fuentes de donde lo haces.