"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

sábado, 5 de marzo de 2016

El camino hacia la Espontaneidad



La terapia Gestalt, muchas veces se define como "la terapia de lo espontáneo", y a los terapeutas que la ejercen, se les recomienda encarecidamente favorecer lo espontáneo en el paciente, al tiempo que confrontar lo automático.

Pero ¿qué es esto de "lo espontáneo"?

En terapia Gestalt entendemos "lo espontáneo" o "genuino", como la parte auténtica y no controlada de la persona, aquella que está conectada con el fluir más sincero de la vida, y que se mueve conforme a sus necesidades, atendiéndolas y respetándolas, en un continuo de contacto/retirada con la experiencia, es decir, siguiendo el movimiento natural de autorregulación organísmica.

Probablemente, la autorregulación organísmica sea el summum de la terapia. El llegar a confiar en nuestro movimiento de necesidad natural y de fluir en la vida. Es, sin duda, la base de la terapia creada por Fritz Perls, en la que el individuo confía en la sabiduría natural del cuerpo y de la experiencia, de tal manera que, atendiendo a nuestra necesidad del momento, podamos satisfacerla y, una vez satisfecha, retirarnos y descansar.

Lo opuesto a este movimiento natural es el estado neurótico en que nos encontramos de manera habitual. La neurosis, por definición, es una interrupción del contacto con la experiencia. Es una manera de no estar presente y de no atender a mi necesidad, sea por el motivo que sea. Y esto, ¿cómo lo hago?



Los mecanismos de defensa (introyección, proyección, deflexión, retroflexión...) mantienen activa mi neurosis, mi locura, que no es más que una idea o creencia de que estar en el mundo tal cual soy no basta, de que la vida no es "confiable" y por tanto hay que "controlar" la experiencia, no vaya a ser que me pegue un batacazo.

Por ejemplo, estar alerta ante los gestos y actuaciones de la persona amada, de manera que las llego a tomar como verdaderas "señales" de su amor hacia mí. Así, si mi pareja actúa según mi propio código interno, creeré que sus actuaciones "confirman" su amor hacia mí, mientras que, si de repente actúa de una manera que yo no contemplo o que prejuzgo como contraria a mis intereses, creeré que "algo no funciona" o incluso que ya no me ama. Esto, obviamente es una locura, y no tanto por el hecho de que mi pareja me ame o me deje de amar, sino porque estoy ocupado en atender a los gestos y actuaciones de la otra persona como si éstos fueran mensajes en clave, para confirmar mi propia creencia de que me ama/no me ama. Es una locura porque mientras me entretengo en leer todos estos "supuestos" mensajes no me ocupo en confirmarlos. Es una locura porque mientras estoy alerta para "pillar" todas estas "señales", no estoy viviendo la experiencia de estar con mi pareja.



Y todo esto, ¿para qué? Parece un enorme gasto de energía innecesario, ¿verdad? Y sin embargo, como individuos neuróticos, estamos permanentemente alerta e intentando controlar la experiencia. Igual algunos más con la pareja o la familia, igual otros para mantener intacta su imagen, igual para mantener un cierto estatus social o sentirse más seguro en el entorno laboral... el hecho es que, mientras permanecemos alerta, nos perdemos la experiencia. La Vida.

Por eso la Gestalt habla de "recuperar" la autorregulación organísmica, el contacto con lo espontáneo y genuino de uno, con lo auténtico. Se trata de recuperar la salud y la libertad en la vida, de recuperar la confianza que hemos perdido por el camino.


Pero, ¿por qué esto es más "auténtico" que lo "neurótico"? Podríamos hablar de Lo Auténtivo vs. Lo Automático. Ambas son experiencias reales, pero que surgen de lugares diferentes. Mientras Lo Automático surge desde el control y el miedo a que la experiencia se nos vaya de las manos, pudiendo llegar a dañarnos en algún momento, Lo Auténtico surge de la confianza en que lo que ocurre está bien como está y en que poseo los recursos necesarios para hacerle frente, incluso si la experiencia es dolorosa o desagradable.

La gracilidad del bailarín, el trazo del pintor, la voz del cantante, el fluir del actor, la atención del profesor, la intuición del terapeuta... Todos ellos son contactos genuinos con lo espontáneo y lo creativo. Para ello, todos han debido previamente aprender una estructura y una técnica, para luego soltarla y confiar en la experiencia.

Pretender que la vida nos va a traer sólo cosas "buenas" es, como mínimo, una estupidez. Y sin embargo nos pasamos tanto tiempo intentando repeler todo aquello que consideramos "malo", que nos perdemos la experiencia completa de la vida. Mientras permanecemos alerta para controlar una emoción indeseada, para evitar un momento doloroso, para encontrarnos con una experiencia desagradable, etc. perdemos de vista gran parte de lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos volvemos rídigos, más duros, robóticos a la experiencia y, por tanto, la vida se acaba empobreciendo.

La alternativa reside en la confianza. Igual para algunos es más fácil confiar en algo "mayor", en algo Grande, como la Vida, la Providencia, la Divinidad... Confiar en que la vida es sabia y me aportará lo mejor para mí, aunque esto sea una experiencia dolorosa de la que sin duda aprenderé algo. Sin embargo, en el camino terapéutico también se nos enseña a confiar en lo "pequeño", en lo sutil, y esto pasa por confiar en mi propia experiencia y en mi propio criterio. Algo a lo que no estoy en absoluto acostumbrado, ya que me he pasado toda mi vida "controlando" y que, por eso mismo, me asoma al abismo y al miedo. No hay más remedio que mirar hacia dentro y confiar en aquello que salga.

Poco a poco, uno aprende a escucharse un poco más, a estar atento a mis sensaciones, y no alerta contra ellas. A dar espacio a mis necesidades y a comenzar a satisfacerlas, por muy extrañas, incomprensibles o egoístas que puedan parecer. A sostener los momentos duros, la culpa, la angustia y a disfrutar de lo placentero. Esto me conecta con mi voz, con mi auténtica necesidad y con mi energía creativa. Así surge la voz interna, cada vez con más fuerza.

Esta es la voz espontánea y auténtica de uno mismo. Aquella que me habla de mí y de lo que yo necesito, de mis deseos, mis dolores y mis miedos. Es mi manera de acompañarme en este camino que es la vida.



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