"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

martes, 31 de marzo de 2020

Obsolescencia programada



Decir que estamos viviendo tiempos dramáticos es una redundancia. A día de hoy, todxs somos conscientes de la magnitud de las circunstancias que nos rodean, incluso si utilizamos esta información para negarla o discutirla.

La pelea, en fin, no es más que un reflejo de la fase de negación, una fase natural en el proceso de asunción del drama que vivimos, y en la que se manifiesta nuestra dificultad para aceptar el dolor, la rabia, el miedo... cual sea la dificultad que tenemos para digerir aquello que nos afecta profundamente.

Poder ser conscientes de nuestra dificultad nos ayuda a traspasarla, o al menos a dedicar la energía que estamos invistiendo en mantener la pelea y la negación, en algo más productivo para nosotrxs. Personalmente, cuando me descubro en pelea con algún asunto en el que me encuentro atascado, me sirve el verme desde fuera, practicar la compasión para conmigo mismo, repetirme "también esto, pasará". Poder ver que mi pelea no es más que un empecinamiento en no aceptar lo que hay, por muy desagradable que ésto me pueda resultar, me ayuda, precisamente, a abrirme a esa aceptación.

Poc a poc, como dicen.

El estado de confinamiento nos pone delante muchas cuestiones que probablemente llevemos tiempo demorando en afrontar: la convivencia, la relación con el/la otrx, lo superfluo de nuestra actividad cotidiana, con qué y cómo llenamos nuestro tiempo, qué es lo verdaderamente importante... y, en especial, el contacto interno, el contacto con unx mismx, en todas sus dimensiones.

Desde mi particular punto de vista, entiendo este momento como el reflejo de una profunda crisis que tiene dos grandes ramas: la personal y la social. Dos dimensiones que no difieren, que nacen del mismo punto (ya que la sociedad enferma la constituyen individuos enfermos); y que se retroalimentan entre sí (ya que la sociedad enferma necesita, para poder continuar, de la creación de nuevos individuos enfermos). Ningún aspecto puede existir sin el otro.

La enfermedad de la sociedad es, por supuesto, la neurosis. Nuestra dificultad para estar en contacto con la realidad, que nace de nuestra herida caracterial y ante la que construimos tan fuertes defensas que nos vamos alejando, poco a poco, de nuestra verdadera esencia, de nuestra naturaleza, para convertirnos en meras imágenes de nosotros mismos.

Del mismo modo, la sociedad ha perdido su "humanidad": su contacto con la naturaleza y sus ciclos, con las necesidades básicas y la trascendencia del ciclo vital, su empatía con el entorno, que ahora no es más que un bien de consumo más.

La paradoja es que el camino de vuelta comienza, precisamente, en el reconocimiento de esa imagen, de ese "personaje" que nos hemos construido para sobrevivir. El camino que nos lleva pues, de sobrevivir a vivir.

Ese "camino de vuelta" es lo que nos sana de nuestra locura y nos permite, curiosamente, ser "más humanos". Atendernos, observarnos, conocernos, enfocar nuestros puntos ciegos: allí donde habita la neurosis, cómo la alimentamos y hacemos que sobreviva, aún a pesar de consumirnos en el empeño... La conciencia, en fin, es el camino para aflojar esos mecanismos y trascender nuestra propia prisión.

El problema es que vivimos la neurosis como algo "normal", ya que todos la padecemos, en mayor o menor medida, y la propia sociedad es tan neurótica como el que más. Como tal, la sociedad es un ente, un organismo que busca su supervivencia. Del mismo modo que nuestro ego particular, la sociedad tiene también el suyo, y éste se fabrica sus propios mecanismos para asegurar su permanencia, de ahí la necesidad de que sus miembros sean pues, también neuróticos. Suma y sigue.


Finalmente, todo organismo enfermo acaba manifestando algún tipo de síntoma que, si no se atiende, puede acabar degenerando en algo más grave, incluso mortal. Nuestra sociedad patriarcal, consumista, embebecida del capitalismo liberal, superficial, machista, racista... ha ido manifestando diferentes "síntomas" de su enfermedad: la desigualdad e injusticia social, el clasismo, la violencia y la opresión, la marginación, las guerras... Probablemente, el peor de los síntomas sea el grave desequilibrio ecológico que el ser humano está causando a nuestro entorno. Destruir el ecosistema en que habita un ser vivo sólo tiene una salida posible: la autodestrucción.

Esto me lleva a reflexionar sobre el concepto de obsolescencia programada, concepto propio del capitalismo feroz que nace de la necesidad de continuar consumiendo para mantener el sistema. Por eso, se crean bienes de consumo con fecha de caducidad, de modo que su "vida útil" sea un modo de asegurarnos que el consumidor acabe teniendo la necesidad de reponer, de volver a comprar, el elemento en particular. No se trata de restituir, de reponer. Se trata de seguir comprando.

Sin embargo, con este sistema no hemos hecho más que caer en nuestra propia trampa. La obsolescencia programada no es otra cosa que una imitación de lo que nos ofrece la naturaleza, es decir, del propio ciclo de la vida. Todo lo que nace, tiene un final. Todo lo que nace, ha de morir. También nosotrxs.

Es una metáfora que podemos aplicar a nuestro propio sistema. Del mismo modo que la historia ha visto nacer y caer imperios, la sociedad capitalista moderna ha de tener un final, por mucho que hayamos conseguido prolongar su vida, no caigamos en la creencia de que ésto sería un ad infinitum. Todo lo que nace, tiene un final, ¿recuerdas? Nuestra sociedad también, y es preciso que así sea, si queremos sobrevivir como especie. El problema es que, la mayoría de los finales, suelen ser dramáticos. Como decía la película, "más dura será la caída".

No podemos continuar así, es algo que repiten filósofxs, científicxs, artistas, pensadorxs, sociólogxs... y hasta algunxs políticxs. No podemos continuar viviendo el mundo como un bien de consumo. Quizás por eso, es precisamente en estos tiempos que vivimos un capitalismo más exacerbado, más voraz que nunca, con líderes mundiales que reflejan, en su mediocridad personal, nuestra profunda crisis humana.

Decía Claudio Naranjo que "así como un proceso de curación natural puede ocurrir en los organismos, este proceso también puede ocurrir en la sociedad. Sería algo como el colapso de un sistema enfermo y disfuncional, un colapso que parece ser una ruina pero en realidad es nuestra esperanza." Retomo esta frase, que tanto está circulando estos días, como reflejo de un pensamiento común: que la pandemia que estamos viviendo tiene una función, crítica y dramática, para ponernos en frente todo lo que estamos haciendo mal como especie, como sociedad, pero también una posible salida a toda esta locura.


Por un lado, nos enfrentamos a la tragedia de la enfermedad, al colapso, a las muertes ingentes que acaban convertidas en cifras de pantalla, pero que no dejan de ser vidas humanas, cuya pérdida afecta a otras vidas humanas, a sus relaciones y vínculos, y por tanto, a toda la sociedad. Es la parte más cruel y sobrecogedora.

Por otro lado, no deja de ser paradójico que, para prevenir la propia enfermedad, hayamos de confinarnos, de recluirnos en nuestros hogares, de replegarnos, en un acto de cuidado. De repente, resulta que para salir de todo esto, el ser humano ha de volver a sí mismo, a mirarse, a ir hacia dentro y darse la posibilidad de observar todo lo que no funciona.

Es, como toda crisis, una oportunidad.


La cuestión es, ¿seremos capaces de afrontar lo que viene desde un lugar maduro y sereno? ¿O seguiremos en la postura infantil e inmadura creyendo que el mundo es eterno y todo lo que en él existe es nuestro?

Hay un momento en que la teta, sencillamente, deja de dar leche.


miércoles, 18 de marzo de 2020

Atención durante el estado de alarma



La atención psicológica y la terapia personal son aspectos básicos de nuestra salud, tanto como la atención a cualquier síntoma, enfermedad o trastorno físico. Por ello, es importante que, durante este período de confinamiento, prestes especial atención a tu estado emocional.

En este tiempo, sólo los espacios sanitarios y de psicología clínica tienen permiso gubernamental para permanecer abiertos a la atención pública a día de hoy, y por lo tanto los demás profesionales estamos en la obligación de prestar nuestros servicios por vía telefónica o telemática.

No dudes en solicitar atención y/o acompañamiento terapéutico, en la forma que más estimes conveniente, durante estos difíciles momentos. Tu salud es lo primero, porque tu salud es nuestra salud.

Son tiempos de aislamiento obligado, y de contacto obligado, si tu aislamiento es en comunidad. Póntelo fácil.

Mucho ánimo para sostener este periodo.



PD.- Si quieres mantenerte al día de la propuesta de actividades en red de Teatro Emocional, consulta este link.