"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

domingo, 9 de mayo de 2021

La Libertad (no) era esto


Suenan voces por todo el mundo al grito de "libertad". Bajo esta bandera, se ganan elecciones, se pierden, se levantan pueblos, se someten.

Hay dos casos paradigmáticos en los que ahora mismo resuena la palabra "libertad": las elecciones ganadas por la derecha neoliberal en España; el levantamiento del pueblo colombiano frente a los asesinos y opresores de su gobierno. En ambos se grita la misma consigna, pero desde lugares bien diferentes.


El primero, enarbola la bandera de la elección arbitraria, entendiendo el concepto de libertad como un "hago lo que me da la gana", especialmente si esto va en contra de las medidas de un gobierno dibujado como enemigo. Un gobierno que desde el exceso paternalista y la ceguera del poder ha alimentado la sed de rebeldía.

Ocurre que toda rebeldía es un acto reactivo, y que por lo tanto tiene más de movimiento inconsciente y mecánico, un movimiento infantil e irreflexivo, que de racional y maduro. La madurez implica responsabilidad, mientras que en este caso prima el revanchismo, el "ahora verás", en una lucha contra la autoridad, contra papá. En la creencia de que esto supone un acto de auto afirmación, se cae en el capricho infantil del "porque yo lo quiero", donde prevalece el deseo enardecido por una frustración del mismo que ha durado demasiado, que se ha hecho inasumible para miles de personas acostumbradas a coger lo que quieren sin mayores impedimentos, que no pueden -ni quieren- ver más allá de su "cervecita".

Lo que subyace es una distorsión, y una perversión. La distorsión es creer que se nos ha privado de libertad. La perversión es creer que la libertad era esto. Pervertir el lenguaje no es algo nuevo, ya lo estudió Victor Klemperer con ocasión de la propaganda nazi y la resignificación que ellos hicieron de palabras como nación, democracia, justicia, educación, pueblo o libertad.


Por supuesto, para este propósito la connivencia y participación de los medios de comunicación es indispensable. En este caso, la perversión es significar "libertad" con "hacer lo que me dé la gana", el significado más ampliamente extendido y aceptado para esta palabra.

La libertad no es esto. Es una perversión liberal, pero en absoluto libre, pues para que un acto sea libre, es necesario que éste sea asumido con conciencia. El pensamiento liberal no promueve ni practica la conciencia ni la toma de responsabilidad. Le interesa una masa de consumidores inmaduros, cuya falta de pensamiento crítico sea incapaz de discriminar entre la enorme oferta de deseos inútiles con que nos pretenden embutir a diario. En la falsa creencia de que puedo llegar a cumplir cualquiera de mis deseos (base del American Dream), no soy capaz de tomar la distancia suficiente como para entender que deseo y necesidad no son lo mismo, que a veces difieren y se contradicen, que no todos los deseos son
necesarios.

La necesidad es aquello que me lleva al contacto conmigo mismx, a la atención y a al cuidado. Es una energía materna, tierna para con el individuo. Desde este contacto íntimo conmigo, me puedo dar cuenta de mi necesidad: comer, dormir, beber, cagar, amar, calor, descanso.

El contacto con su necesidad es el que lleva a levantarse al pueblo colombiano en contra de la imposición de medidas que atentan contra su supervivencia. La chispa que inicia el incendio es la reforma tributaria que planea subsanar cuentas ahogando a las personas, pero es un fuego que llevaba mucho tiempo en preparación, tras años de constante acoso y asesinato, en una guerra encubierta por la prensa, y que ahora mismo, la brutal represión estatal, el asesinato masivo de su propio pueblo, ha echo estallar.

Por el otro lado, el deseo es el motor creativo, la energía que nos mueve hacia el placer (físico, mental, emocional...). Cuando el deseo está conectado con la necesidad, caminamos de la mano del universo. Participamos del movimiento creativo de la vida. Cuando no lo está, estamos caminando por el sendero del ego, de la neurosis, más cerca de la adicción que de la satisfacción. ¿Por qué? Porque aunque se cumpla, ese deseo no será suficiente, no nos pararemos a disfrutar de su sabor. No dejará poso ni tranquilidad. De inmediato surgirá otro, en la creencia de que ahí sí estará el placer definitivo, en una sucesión que no tiene final.

La libertad no era esto. La libertad es otra cosa. La libertad es la capacidad que todo ser humano tiene para elegir qué hacer en las circunstancias que estamos viviendo.

Habrá momentos en que podamos influir sobre esas circunstancias, o incluso cambiarlas, contestarlas, derribarlas como intentan ahora mismo en Colombia, aún a riesgo de perder la vida. Habrá momentos en que no, que las circunstancias sean tan poderosas y apremiantes que nuestra decisión sea la resignación, la aceptación, la espera. Así ha sucedido con la pandemia mundial provocada por la gestión del COVID-19. Frente a medidas que necesariamente han tenido que restringir muchas de las opciones a las que estábamos acostumbradxs, la libertad no ha desaparecido. Siempre hemos tenido elección(es). Incluso, la de no aceptar las medidas, negarlas, lucharlas, contradecirlas.

Nos lo enseña Viktor Frankl en su experiencia como preso en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. En momentos tan sobrecogedores, donde las opciones eran tan limitadas y el peligro tan alto, nadie pudo arrebatarle su libertad: libertad de pensamiento, de reflexión, de observación. Libertad para ser humano aún en las condiciones más adversas. Libertad para afrontar la prisión y convertirla en un lugar de creación. Lo que él hizo con su experiencia debería poder servir como ejemplo de humildad. La libertad implica no perder nunca tu humanidad.

Es una idea impopular. Requiere de un constante esfuerzo consciente y responsable. El sistema pone toda su maquinaria en contra de este ejercicio de libertad: no quiere que pienses o medites, y por tanto elimina la filosofía o convierte la meditación en un acto de consumo. No te educa en tus capacidades, enseñándote que lo importante es cumplir un estándar al que sin embargo nunca serás capaz de llegar, porque siempre se puede más. No favorece la observación crítica de la realidad, te lo ofrece todo mascado, sin huecos donde te puedas hacer preguntas. No ofrece investigación, ofrece opinión. Te invita a la fantasía, consciente de que nuestro cerebro la vive como una realidad. Te ofrece un abanico de deseos insaciables, en un embotamiento por saturación de estímulos.

Así, es fácil creer que la libertad es elegir qué comprarme ahora, qué nuevo Glovo encargar, qué nuevo reality engullir.

No. El sistema no te quiere libre. Sin embargo, lo que el sistema no puede evitar es que tú ya lo eres.