"Para volar hay que primero alzarse sobre sus propios pies.
No vuela ninguno que primero no esté de pie."

F. Nietzsche

domingo, 14 de julio de 2019

Adiós a Claudio Naranjo


Tributar a una figura como la de Claudio Naranjo puede parecer redundante. Sus méritos son públicos, su legado tan grande que enumerarlo puede parecer una simpleza. Baste quizás con decir que mi corazón está triste y agradecido, pleno y al tiempo desolado.
Gracias, Maestro, voz irredenta de la terapia Gestalt, mensajero generoso del eneagrama, luchador incansable contra la cultura patriarcal, acusador de la enfermedad de nuestra sociedad, rescatador del espíritu espontáneo de la humanidad. Gracias por tus enseñanzas y acompañamiento. Gracias por lo que has dado y por lo que continuarás dando.
Que tu vuelo sea propicio, y tu luz nos continúe iluminando.

Om Ah Hum



martes, 9 de julio de 2019

Mi Personaje Interior


Mi Personaje Interior es aquel que escondo, que pocas veces muestro y que me da miedo/vergüenza/susto mostrar. Es el que me conecta con mi vulnerabilidad, pues es el que está conectado más directamente con mi herida. Y sin embargo, es el que, cuando lo muestro, me permite mostrar mi verdad, quien yo realmente soy. Cuando muestro mi personaje interior, me siento fuerte y honesto, re-conectado con la vida.

Mi Personaje Interior está hecho de vulnerabilidad y fuerza a partes iguales. De corazón e intuición. De instinto, de parte animal y parte trascendente. Es el que me ayuda a sacar mi potencial, mis valores. El que me dice "por aquí sí", "por aquí no", aunque no lo escuche. Es incansable, está siempre esperando a que yo vuelva. Abre los brazos con amor para acogerme cada vez que lo veo. Es el niño sano que llevo dentro. Es la voz de mi conciencia y, más allá, de mi alma, de mi verdad mezclada con el polvo del universo.



Y sin embargo, ¿por qué lo oculto? Como sugiere la terapia Gestalt, si cambiamos el "por qué" por el "para qué", salimos de la mente y vamos a lo orgánico, a lo real. ¿Para qué lo oculto? Para no volver a ser dañado. Existe en nuestra biografía un dolor, una herida fundamental, aquella ante la cual se genera el Carácter (o al menos, tal y como la teoría del Eneagrama explica el carácter, esto es, como una estructura defensiva), verdadero garde du corps que perpetúa la desconexión. El carácter y el cuerpo se articulan encapsulando esta herida, de manera que sea intocable incluso para mí mismo. Así, efectivamente, no me duele. O mejor dicho, no me entero de que me duele. Sin embargo, ni me duelo ni me gozo, ya que la desconexión no actúa únicamente ante el dolor: atenúa todas las demás emociones y sensaciones. Si la estrategia para sobrevivir fue desensibilizarme, la pérdida de sensación ocurrió a todos los niveles. Y así, no vivo, sobrevivo.


Huir del dolor, de la posibilidad del daño. Ésta es la respuesta primera, la urgente, la más inmediata. Ésto sugiere que todavía hay contacto con esa herida. Quizás tenga que ver que el carácter, como toda neurosis, busca en fin su manera de ir hacia la salud, y lo hace "tropezando en la misma piedra" una y otra vez. Es decir, el carácter, buscando su confirmación ("ves, ya te dije yo que si te metías ahí te darnos cuenta. Y ahí, comienza el proceso. Si la herida se mantiene abierta por la falta de contacto, es precisamente el contacto con ella y con el dolor que siento lo que permite que comience su sanación y cicatrización. Y así, en el contacto está la salud.
iban a volver a hacer daño") recala una y otra vez en situaciones similares a la que produjo la herida primigenia (y como todos sabemos gracias a Claudio Naranjo, ésta es una herida de amor). Ésta es precisamente su incongruencia y su salvación ya que, al ponernos tantas veces en el mismo lugar de dolor, nos abre la posibilidad de

Sin embargo, huir del dolor no es la única razón de existencia del Personaje Exterior. Hay más posibilidades, subterráneas, que mantienen erguidos los barrotes de la jaula.

Mostrar mi Personaje Interior es mostrar mi esencia, mi verdadera naturaleza. ¿Estoy lo suficientemente seguro, lo suficientemente a gusto, lo suficientemente convencido, lo suficientemente enamorado de mi esencia para darme el permiso de mostrarla? Mostrar mi esencia supone un ejercicio de honestidad que sólo se permiten los locos en nuestra sociedad. Significa darse permiso, decir No, cuando es No. Y peor aún, decir Sí, cuando es Sí. El permiso conecta directamente con la espontaneidad y de ahí, con la locura. Es un sinsentido, pues tanto tememos a la locura como nos atrae, nuestra intuición bien nos dice que ahí hay algo sanador. La locura de decir que sí a la vida, de decirme sí a mí mismo.


Y entonces, aparece la Sombra. Asumir el coraje de mostrar mi esencia al mundo es participar de mi parte oscura. Entender que la esencia no podrá mostrarse si no aceptamos nuestra sombra, nuestra parte negada y re-negada (y por tanto, oculta justo en el mismo lugar donde escondemos nuestra esencia). Comenzar a aceptar las partes sombrías, desagradables, ocultas y comenzar a ver que no lo son tanto: que ser un cabrón a veces es necesario. Que tengo una parte violenta e intolerante, como todos los demás. Que puedo ser sucio y maleducado, incongruente y estúpido, feo, agresivo, irracional. Estoy hablando obviamente de lo mío, perdonadme si escribo este artículo en primera persona. Es un proceso liberador. Liberador, de libertad. Libertad, es decir, capacidad de decidir. Una capacidad de decidir que sólo aumenta cuando soy consciente de quién y cómo soy, de que no solo soy luz y sonrisa, sino también sombra y lágrima.

En palabras de Claudio Naranjo: "El autoconocimiento no es un fenómeno puramente cognitivo. El autoconocimiento pasa por un proceso que es como un descenso a los infiernos, que duele; para reconocer cómo es uno, tiene que reconocer que uno no es ese personaje ideal que cree ser cotidianamente, ese personaje que uno le muestra a los otros... Cómo es uno de verdad, se va descubriendo poco a poco. Pero el viaje por el autoconocimiento pasa por encontrarse con la sombra... que es lo asqueroso, lo pecaminoso, lo prohibido... lo demoníaco. Y quien no se encuentra con el diablo dentro de uno mismo, todavía está muy a medio camino en el viaje interior, no ha viajado en serio, se ha quedado muy superficialmente..."

Mi Personaje Exterior es el guardián. El muro. La jaula que guarda el animal. Sabe (pues ha tenido la experiencia) que mostrar mi parte vulnerable me hace proclive a recibir daño, e intenta proteger la herida. Todavía duele tanto... Sabe, por supuesto, que la Sombra es inaceptable, que no se puede mostrar al mundo si no quiero ser juzgado de manera negativa. Todavía pesa tanto la imagen y la sed de aceptación... Sabe que mi Esencia es un tesoro que hay que guardar, como todos los tesoros. Todavía hay tanta precariedad... Claro que una cosa es guardar un tesoro, y por tanto darle valor, y otra es guardarlo tanto que te llegas a olvidar de que lo tienes.

Así, la Máscara sale a la calle. Se pone los colores de aceptabilidad y bonhomía, dispuesta a agradar y seducir a quien se ponga por delante (de nuevo, hablo en primera persona, es el ejemplo que mejor conozco), manteniendo firme al Personaje Exterior y reafirmada por una sociedad que perpetúa y favorece que todxs caminemos con nuestra Máscara puesta.


Máscara y Personaje son términos teatrales. Personaje viene del latín persona, que significa máscara y así, Personaje es aquel que se pone la máscara. "Los etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento que se produce la auto conciencia -conciencia de uno mismo. [..] (En el teatro griego) la máscara no solo va a infundir temor, sino también alegría de vivir" (wikipedia dixit), lo que quiere decir que, una vez que somos conscientes de nosotros mismos, podemos darnos el permiso para vivir la vida con su magnífico ramo de emociones. Del temor a la alegría de vivir, con permiso de la máscara. La clave está en la auto-conciencia, en el darme cuenta. Sin esto, la máscara pierde sentido y se convierte en cárcel, en prisión de yeso. En teatro, el actor/actriz es consciente de su máscara, de su personaje. Y es precisamente esta consciencia lo que permite la actuación, el acto trascendente y la honestidad (como requería Grotowski). De lo contrario, si el actor/actriz se perdiera a sí mismx y se fundiera con su personaje, estaríamos asistiendo a un espectáculo de la locura en su grado patológico, a una mentira.

Nos movemos entre polos opuestos. Personaje Exterior y Personaje Interior son una muestra, como lo pueden ser Masculino/Femenino, Dependencia/Independencia, Sí/No, Perro de Arriba/Perro de Abajo... La verdad no está en ninguno de estos extremos, sino en el punto intermedio, donde los polos se encuentran y alcanzan una tregua, un acuerdo de colaboración, que abre la perspectiva. Es necesario reconocerse en ambos extremos para poder recorrer el camino de la integración, volver a ser una persona más completa. Los extremos son excluyentes, y los seres humanos somos mucho más que eso.



El próximo 20 de julio tengo propuesto un taller intensivo en el que, precisamente, observar el Personaje Interior, desde un abordaje teatral y gestáltico. Si lo deseas, puedes encontrar más información aquí.


domingo, 5 de mayo de 2019

Elogio a la Envidia



Me gustaría sincerarme: escribo este artículo desde un profundo cabreo. Llevo 19 años trabajando en el mundo del teatro, y desde 2013 aunando el teatro y las herramientas gestálticas, creando constantemente un cuerpo de trabajo articulado en torno al nombre Teatro Emocional, con el interés de que el teatro gestáltico pueda acercar a lxs diversxs participantes de mis talleres al beneficio que yo he vivido gracias a estas mismas técnicas.

Soy consciente de que la idea de mi trabajo no es, ni mucho menos, original. Otrxs muchxs antes que yo, y con mucho más talento, han desarrollado esta magnífica herramienta que es el teatro para ponerla a disposición del crecimiento personal. Afortunadamente, yo he podido vivir de primera mano el trabajo de algunos de ellos: Ramón Resino, el Estudio Corazza, Néstor Muzo, Etelvino Vázquez y un larguísimo etcétera. De ellos he aprendido y a ellos tributo conscientemente mi trabajo.

Ocurre, sin embargo, que desde los primeros momentos de esta parte de mi carrera han aparecido una serie de personajes que se dedican a copiar (o intentar copiar) sin ningún pudor mi trabajo, aprovechándose de un esfuerzo que les es completamente ajeno. En este sentido, he vivido desde personas que copian directamente las temáticas de los talleres que ofrezco (especialmente los talleres de En-Movimiento con mi amiga y compañera Inma G. Rodicio, donde nos fusilaron incluso hasta los carteles), otras que copian simplemente los títulos (literalmente), otras que realizan propuestas similares (por no decir idénticas) a los pocos días de sacar las mías a la luz, otras que aparecen ofreciendo trabajos similares donde quiera que yo voy, y hasta he vivido el caso de quien ha intentado apropiarse del propio nombre de Teatro Emocional.


Ante todos estos casos, he reaccionado de diferentes maneras: me he enfadado, he bloqueado el acceso de estas personas a mis cuentas (en lo posible), lo he denunciado ante los responsables de las escuelas donde estas personas se han formado, e incluso me lo he tomado con calma y a veces hasta con humor, entendiendo estos actos de latrocinio como un homenaje que sale desde su más absoluta precariedad creativa.

Sin embargo, un acontecimiento reciente me ha hecho desbordar el vaso de la paciencia y por ello he decidido escribir este artículo. Una manera de desahogarme y, al mismo tiempo, de realizar un aviso a navegantes. No porque crea que las personas que me están intentando copiar o aprovecharse de mi trabajo vayan, ni mucho menos, a replantearse su actitud; sino para que aquellas personas que están interesadas en mi trabajo, sepan al menos, cuál es el original, y cuál la copia. Después, que cada cual decida, según su interés.

El caso que me ha hecho plantearme este artículo tiene que ver con el trabajo que he creado en exclusiva para el proyecto La isla interior, un fin de semana dedicado a la introspección y al crecimiento personal en un enclave tan privilegiado como es la isla de San Simón, en la ría de Pontevedra. Para esta ocasión, como muchxs de lxs que me seguís ya sabéis, he creado especialmente un trabajo llamado, Mi personaje interior, un taller del que ya os hablaré con más calma en otra ocasión, pero que principalmente busca llegar al contacto con la esencia creativa del participante. Un trabajo, repito, creado en exclusiva para este proyecto y del que una persona intenta aprovecharse creando un taller dedicado a los "personajes interiores", días después de sacar a la luz este proyecto... qué coincidencias.

Obviamente, además de la competencia desleal y el intento de aprovecharse del esfuerzo ajeno, lo que a mí más me molesta es que estas personas no tengan ni siquiera la decencia de venir a mis talleres y saber de qué va el asunto. Ni siquiera tienen la humildad de citar a las fuentes de las cuales se "inspiran". ¿Qué se puede esperar, de un trabajo que nace de la mentira y la envidia?

Sí, digo bien, este movimiento nace sin duda de la envidia, una de las pasiones caracteriales que Claudio Naranjo desarrolla en su trabajo sobre el Eneagrama, y que tan tristemente abunda en la
sociedad española.

La envidia no es, como yo mismo creía hasta hace unos años, el ansia o deseo de tener lo que el otro posee. Va mucho más allá. La envidia, como Naranjo la desarrolla a través de su trabajo con Óscar Ichazo, es una fijación en la propia precariedad. Es una creencia de que lo propio, lo que yo tengo para ofrecer al mundo, es tan poca cosa, vale tan poco, que necesariamente tengo que mirar afuera por el dolor que este contacto me causa, y allí, en el mundo externo, veo a los demás con una riqueza que yo deseo para mí, repito, porque creo que no la tengo. La envidia es vivir en la carencia, sin darse cuenta de que dentro de ti ya existe abundancia.

Por eso, se dice que la envidia en realidad, es un elogio. Que el envidioso sólo envidia aquello que realmente más valora (y que no se permite), realizando un homenaje distorsionado hacia el envidiado. Lástima que, en muchos casos, este tipo de envidia lleve asociada, además, una cualidad destructiva, no contentándose la persona envidiosa con desear poseer aquello que cree que no tiene, sino que acaba intentando pisar a aquel que envidia (o desea, en caso del odio), probablemente para huir de su propia carencia.

Todxs tenemos dentro un estado carencial. Se dice que la patología de la envidia como distorsión del alma nace en una edad temprana, cuando el bebé no ve satisfechas sus necesidades básicas de atención y cuidado. Algunas fuentes (i.e. Melanie Klein) utilizan la metáfora de un bebé que bebe de una "teta amarga", cuya leche no alimenta y deja con hambre, para explicar la fijación de este carácter. Ahí nace el ansia de llenar un vacío que ninguna leche puede llenar, salvo la propia. Todxs hemos pasado por ese momento, es imposible, para un padre o una madre, atender todas y cada una de las necesidades de su bebé. Todxs sabemos lo que es creer "que no tienes", que lo tuyo no basta. Todxs hemos tocado, en algún momento, con nuestra propia precariedad. Todxs hemos sentido envidia en algún momento. En esos momentos, si tenemos cuidado, podemos observar nuestro estado carencial y preguntarnos: ¿me llenaré realmente teniendo lo que el otro tiene? ¿para sentir satisfechx mi ansia,
he de coger necesariamente del otrx aquello que yo deseo? ¿o existe otra solución para mí?

Recuerdo que una de mis maestras, Valle García, decía con respecto a la herida del carácter envidioso que ésta no es en realidad una herida de precariedad, sino una herida de empacho. Tanto me quedo fijadx en la idea de que no tengo, que consumo sin reparo aquello que deseo con la idea de que así llenaré mi vacío, con la consecuencia de empacharme de banalidades, ya que no surgen de una necesidad real y así, paradójicamente, el vacío de la envidia permanece siempre vacío. Lo único que lo puede llenar es lo propio, lo que nace de ti, y el dar valor real a lo que tienes.

Una de las características de este carácter es la necesidad compulsiva de "ser especial". La idea subyacente es que, como creo ser tan poca cosa, necesito ser especial para que el otrx me vea y así llenar este vacío que, como todos los vacíos, es un vacío de amor (el anhelo de la "teta buena"). El carácter envidioso ha convertido su sed de amor en carencia, y desde esa carencia se legitima para demandar al mundo una mirada reparadora. Es el carácter victimista por excelencia. No en vano la fijación en la envidia se sitúa, en el mapa del eneagrama, entre la vanidad (yo no valgo como soy, así que fabrico una personalidad ficticia a tu gusto, para sentir que soy) y la avaricia (no tengo nada para dar, así que ni me pidas), creando una imagen de falsa debilidad, basada en su ser carente, para que sea el mundo exterior el que se movilice y le dé lo que necesita.

Claro que así no se llenará jamás el vacío del que tanto huye. Como he dicho antes, el vacío es un vacío de amor, y si ahora mismo ya no se puede reparar el origen del mismo (la falta de mirada amorosa en la más tierna infancia), sí se puede reparar desde la propia mirada amorosa hacia unx mismx, pudiendo darte cuenta, así, de que en tu interior posees ya todas las cualidades que necesitas, de que no es pues, necesario robárselas a los demás. Si hay una cualidad destructiva en la envidia, también hay una cualidad constructiva. Como todo, nada es en esencia bueno ni malo, sólo lo será si yo lo utilizo así. La parte positiva de la envidia es, precisamente, llamar la atención sobre lo que falta. Su fino olfato para la carencia, puede dar cuenta de qué hace falta en unx mismx: una actitud, una herramienta, una formación... posibilitando así el "darme cuenta" y, por tanto, "llenar el vacío". Lo mismo sucede en lo social, el carácter envidioso es un gran movilizador de masas, llamando la atención sobre situaciones injustas y desigualdades, señalando, de nuevo "lo que falta" por desarrollar para mejorar la situación.

Por lo tanto, la cuestión para la envidia no es continuar mirando fuera de sí, deseando y anhelando lo que cree que no tiene, dándose permiso o no para robarlo y pisar al otro, sino cambiar el foco y mirarse a sí mismx, observando los huecos, pero también los espacios llenos, y dándose permiso, por fin, para reconocer su propia abundancia. Desarrollar las herramientas necesarias para llenar lo que no hay y desarrollar la mirada amorosa que dé valor a lo que sí hay. De ahí nacerán los deseos genuinos y las propuestas auténticas y honestas.



Así que, y estas palabras van dedicadas a ti, que sé que me investigas buscando "inspiración": te invito a venir a mis talleres y, al menos, "inspirarte" con el trabajo real y te pido que, al menos, ya que vas a copiar, al menos cites las fuentes de donde lo haces.