El Orgullo
El orgullo es una pasión. Como todas las pasiones, el orgullo nos lleva a desconectar de nosotrxs mismxs. El orgullo, en concreto, nos lleva a desconectar de nuestra necesidad, en la falsa creencia de que somos tan abundantes, que no necesitamos nada. Nos convertimos, orgullosamente, en proveedorxs, en dadorxs de un (falso) amor sin límites.
El orgullo es una pasión. Según los primeros cristianos, dentro de la lista de los Pecados Capitales, el orgullo ocupaba el primer lugar. Por delante de la Ira, de la Pereza, de la Envidia o la Avaricia, de la Lujuria, de la Gula, está el Orgullo. El pecado más capital de todos los pecados. Nada menos. ¿Por qué, ésto así? Porque el orgullo supone una imagen tan engrandecida de unx mismx, que me lleva a ponerme por encima de Dios. En nombre del amor, adquiero un tamaño desmedido, hasta el punto de creer que puedo enmendar a la misma naturaleza, a la creación. Me creo, por orgullo, más grande que la vida.
Para mí, el pecado en el orgullo es la ceguera que lo acompaña. Como el resto de los pecados, cuando el orgullo se aposenta sobre nuestros hombros, lo tiñe todo de un mismo color. Puede que el color sea tan rosa, tan agradable, que no queramos ver la vida de otro color. Es, probablemente, uno de los pecados más seductores. ¿Qué hay de malo, en vivir la vida desde el amor? ¿En esta generosidad inmensa que me hace creer que puedo darte todo aquello que necesites, y aún más? Pero el caso es que nos perdemos el resto de colores del camino. Nos perdemos la vida. La ceguera supone enfocar nuestra vida en un sólo aspecto, y el del orgullo es el del AMOR. O, mejor dicho, el "falso amor".
¿Por qué, "falso amor"? Éste fue el nombre con que Óscar Ichazo, re-introductor de la sabiduría del eneagrama en Occidente tras la desaparición de Gurdjieff, se refirió a la fijación del carácter orgulloso. El orgullo basa su pasión en el amor, y en la creencia de que en su nombre, todo es posible. Pero en el fondo, se olvida de sí mismo. Te doy amor olvidándome de mi necesidad de amor, de mi carencia y de la herida que me acompaña. Te doy amor porque sé que es lo que más importa en esta vida y porque así tengo un sitio en el mundo. Te doy amor olvidándome de ti, de lo que necesites, que yo ya lo sé por ti. Te doy amor fagocitándote. Te doy amor porque tengo tal necesidad de amor, yo mismx, que me resulta imposible pedirlo, señalar mi mayor vulnerabilidad. Así, me quedo ciegx a mi necesidad de amor, y la compenso de manera compulsiva regalándolo por el mundo. Por eso es falso, este amor. Porque es utilitario, porque sirve al propósito de mantener engrandecido tu ego y ciega tu necesidad.
Según la Abuela Margarita, chamana mexicana de Tapalpa, pecado es todo aquello que haces cuando no lo quieres hacer. Es una traición a ti mismx. En el orgullo, nos traicionamos cegando nuestra necesidad, nuestra inseguridad, nuestra propia precariedad. Especialmente, nuestra sed de amor. Orgullosamente, vamos repartiendo amor por el mundo, cubriendo necesidades ajenas, dejando la nuestra permanentemente insatisfecha. ¿Qué mayor pecado podría haber?
El orgullo es una pasión, y la pasión, una inflamación. Se inflama el corazón, volviéndose más grande de su tamaño habitual. Engrandecido, mi corazón desconoce su necesidad. Engrandecido, mi corazón asume una posición de poder que acaba aplastando cualquier oposición. Eso sí, con una hermosa sonrisa en los labios, con un falso corazón en la mano. Engrandecido, mi corazón devora lo que le rodea, como la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas. Si te opones a mi reinado de (falso)amor, te corto la cabeza.
¿Cómo entender esta pasión, y así, trascenderla? Como sugieren Guillermo Borja o Claudio Naranjo: entrando de cabeza en su locura. Decía Guillermo Borja, "la locura lo cura", probablemente la frase más terapéutica que jamás se ha dicho (a la altura, quizás, de "todo está bien" y "todo es mentira"). Así, entrar en la locura que supone el orgullo es un camino hacia nuestra salud. ¿Cuál es esta locura? La locura del amor. Empezar, pues, a dar todo ese amor que derrochas por el mundo, en otro lugar. ¿Adivinas dónde?
Y así, comienza el camino de la compasión. No me cansaré de repetir la definición que aprendí del maestro Javier Ochaíta sobre qué es la compasión: "acompañar la pasión del otro" y de unx mismx, por supuesto. Es imposible acompañar a otrx si antes no te acompañas tú. Al mismo tiempo, en la generosidad que tiene la vida, acompañar la pasión de otro te ayuda a acompañar la propia. Desarrollar la compasión es desarrollar el verdadero amor, el amor por ti y por tu herida. Desarrollar la mirada amorosa hacia dentro.
El orgullo es una pasión y, como todas las pasiones, también tiene una cara amable. Es paradójico que un pecado centrado en la idea del amor, resulte algo tan nocivo y destructivo, al punto de llegarse a decir que el carácter orgulloso no tiene cura en psicoterapia. No creo que sea así. Quizás, coincidiendo con las palabras de Claudio Naranjo, la gran dificultad del orgullo sea darse cuenta de su patología y, por tanto, llegar a terapia. Pero, en sí, todos los pecados son igual de ciegos.
La cara amable del orgullo es el amor. Matizando, diría que es el Amor Propio, el amor que tienes por ti mismx, poniendo en valor toda tu grandeza, amando al tiempo toda tu pobreza. Estar orgullosx de ti, de ser quien eres y amar cómo eres. Valorar dónde estás, cómo has llegado aquí. Tu esfuerzo, tu camino. Empezar a quererte, slogan publicitario que se trasciende cuando empiezas a mirarte y a atenderte.
Tal día como hoy, en el Stonewall Inn de Nueva York, comenzó una revolución de amor. Comenzó con una revuelta, con pelea, ira y frustración, nacida del "ya basta", de la represión y del acoso y abuso continuo que la comunidad LGTBI venía sufriendo de la policía de la ciudad. Fue la revolución de los marginados más allá de los marginados, de los olvidados, de los tachados. A partir de ahí, su movimiento ha sido constante e imparable, como cualquier reivindicación de derechos, ya que los derechos humanos son inalienables, por mucho que otros colectivos los quieran aplastar, dominar, politizar o mercantilizar.
El primer "Orgullo" fue una revuelta, se dice. Y lo sigue siendo. Una revuelta de amor hacia dentro, un "ahora me quiero yo", ya que el mundo parece que no te quiere (y quizás, ni sea necesario que te quiera). Lo importante es que ya te quieres tú. Y que de tu amor propio nace el amor universal, la compasión que redime todos los pecados. El "verdadero amor".
Curioso que la reivindicación del amor diverso (que no es otra cosa que la reivindicación del amor propio, personal, de cómo TÚ entiendes el amor desde tu individualidad), se llame Orgullo. ¿De qué se podría estar más orgullosx que de ser como unx es?
Y tú, ¿de qué estás orgullosx?
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